jueves, 10 de abril de 2008

Entrevista grafica

Nota Clarin:

UNAS FICHAS A.....
Bruno Arias: sonidos de la naturaleza

A los 28 años, el jujeño es una de las gratas sorpresas del nuevo folclore, pero muy respetuoso de las tradiciones

Por: Gaspar Zimerman
Bruno Arias llega media hora tarde a la entrevista, pero con él no hay enojo posible. Párpados hinchados, ojeras frescas, cara con almohada incorporada, explica que se quedó guitarreando hasta tarde y que llega desde Campana. O, en realidad, que se quedó guitarreando hasta tarde porque llega desde Campana: si se instaló allá, a 80 kilómetros de sus fuentes de trabajo porteñas, fue justamente para poder tocar en paz hasta cualquier hora, sin molestar a los vecinos ni ligar quejas del consorcio del edificio. ¿Una exageración? Para él, casi una rutina. Bruno pasó buena parte de sus 28 años de mudanza en mudanza: todas conectadas, de algún modo u otro, con la música.Veamos. Nació en El Carmen, el pueblo de Jorge Cafrune, a 22 kilómetros de San Salvador de Jujuy, donde creció rodeado del folclore de festivales, fiestas gauchas, religiosas. Pero la clave para entrar a ese mundo fue cursar el secundario en San Antonio, un pueblo vecino. "He sido un alumno rebelde; me mandaron ahí para que no molestara a los profesores de mi pueblo. Ahí cambió mi forma de ver las cosas. Dicen que es el último rincón del criollaje: entré en contacto con la gente del campo, los animales, los bailes a los que iban gauchos con facón. El Carmen también es un pueblo rural, pero ahí hacía una vida más urbana, de bicicleta y videojuegos. En San Antonio, los compañeros me llevaban a ver domas, una señalada de vacas, o a armar un almácigo. Ahí me conecté con la tierra y toqué mis primeros acordes, sin la idea de ser músico".La siguiente escala fue la casa de La Yuly, en San Salvador. "Me llevó un amigo de San Antonio. La Yuly abrió el lugar para que los músicos ensayaran, y yo terminé siendo parte de la casa, ayudándola: hacía asados, acompañaba a los cantores con la guitarra... Ahí mamé la bohemia: escuché tocar con una cuerda menos pero igual haciendo llorar a la guitarra, o a gente sin voz que te ponía la piel de gallina cuando cantaba. No tenías que ser virtuoso para sumarte a la ronda, sino transmitir algo genuino desde el corazón. Esa fue mi formación".Después, Tucumán. Ahí conoció a Lucho Hoyos, Verónica Condomí, Juan Quintero, Topo Encinar, Claudio Sosa: nombres de la renovación del folclore. "Me mostraron otro compromiso, musical y poético. Ahí me tomé más en serio la música: empecé a plantearme qué quería decir desde el escenario". Próxima parada: La Plata. Ya era un músico profesional, pero la búsqueda de estilo continuaba. "Me preguntaban si era tucumano o santiagueño. Entonces me puse a investigar sobre poetas y compositores de mi provincia, y cambié el repertorio. Hizo falta que me fuera lejos para valorar a Jujuy". Desde que llegó a Buenos Aires, hace seis años, grabó dos discos, tocó con gente como León Gieco, Jaime Torres o Peteco Carabajal, fue convocado por Mercedes Sosa a su espectáculo Folkloristas, y este año subió por primera vez al escenario mayor de Cosquín. ¿Cómo hizo? "Soy muy inquieto. Me ha pasado de estar en el momento justo en el lugar indicado y seguir mis impulsos, como cuando vi al maestro Torres en un bar y me acerqué: a la semana estaba tocando con él". Igual, el aprendizaje sigue: "Quiero que mi música tenga cada vez una personalidad más fuerte. Por eso trato de ir seguido a Jujuy, para caminar mucho, estudiar, juntarme con viejos músicos, conocer cada paisaje, cada sonido de la Naturaleza. Eso es lo que me alimenta, lo que le da sentido a lo que toco".

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