jueves, 9 de julio de 2009

Entrevista

El joven músico jujeño charló con Agencia NAN acerca de sus discos (donde presenta un folklore con sonido moderno), destacó para el cantor “el compromiso de subir a un escenario para compartir la música con la gente y transmitir la voz del pueblo” y defendió la participación de los artistas jóvenes en los grandes festivales como Cosquín: “Hay que tocar ahí también para que se escuchen cosas nuevas, canciones inéditas y también un sonido diferente”.

Por Sergio Sánchez
Fotografía gentileza de prensa de Bruno Arias

Si tú no crees en tu pueblo,
si no amas, ni esperas,
ni sufres, ni gozas con tu pueblo
no alcanzarás a traducirlo nunca.
Escribirás, acaso,
tu drama de hombre huraño.
Atahualpa Yupanqui – “Destino del canto”

Buenos Aires, julio 9 (Agencia NAN-2009).- Bruno Arias canta sobre Jujuy, desde Buenos Aires y pensando en la música universal. Es que el folklorista nacido en 1979 en El Carmen (una localidad serrana a 23 kilómetros de Jujuy) retrata en sus melodías y líricas la multiplicidad de colores quebradeños, los ostentosos carnavales puneños y la perseverancia de los pueblos originarios. Todo a partir de una perfecta combinación de poesías jujeñas, canciones populares y ritmos andinos (carnavalito, bailecito, huayno y saya) y no tanto (zamba y chacarera). Además, entiende que el compromiso fundamental del músico es representar a su lugar de origen y relatar las alegrías y tristezas de su pueblo.

-- ¿Creés que el cantante tiene que ser un representante del pueblo, como describe el tema “Copla del cantor”?
-- Ese tema de Pachi Alderete que incluí en mi primer disco (Changuito Volador, 2005) tiene un mensaje muy fuerte, no tan paisajista: que los cantores a veces suben al escenario con canciones que les dan, pero ni siquiera saben lo que están cantando. Y no se comprometen ni con la poesía ni con la gente ni con la letra. Por eso, el tema habla sobre el compromiso de subirse a cantar a de un escenario para compartir la música con la gente y de esa manera transmitir la voz del pueblo. A veces me pasa que vuelvo a mi tierra y muchas personas me sienten parte de ellos, se emocionan cuando me ven en un programa de televisión o me escuchan en la radio. Es como que se sienten representados con mi música. Y eso es lo que me empuja a seguir creciendo.

-- ¿Y vos cómo representás a tu lugar de origen en las canciones?
-- En este periodo estoy tratando de plasmar más mensajes y pensamientos en las canciones. Estoy componiendo muchos temas de poetas, como Alejandro Carrizo. Por ejemplo, le puse música a "Tilcareñita", de Rubén Cruz, y a "Esperando el carnaval", de Vicente López Curia. Cuando compongo sobre poesías, trato de que la música no sobrepase a la letra. Es decir, que la música permita que se escuche la letra más que la melodía. Trato de que haya un equilibrio entre las dos cosas, porque ambas son importantes, y depende lo que te diga la letra, te podés meter en el tema y buscar un sonido. Para el próximo disco estoy componiendo tres canciones a partir de letras de una poeta de Humahuaca, Dora Gómez. Uno es "Canción de carnaval" y tiene más que ver más con la pena, la nostalgia y la tristeza de esa época festiva. Por eso, las melodías me salieron más roncas, internas y con un sonido más grave, porque de esa manera acompaño mejor lo que dice la poesía.

-- ¿Y actualmente qué ritmos y sobre qué temáticas estás componiendo?
-- Lo último que estoy haciendo es un tema con un ritmo andino llamado saya. Quiero ponerle una letra que tenga que ver con la lucha de los pueblos originarios, que traspasan su cultura de generación en generación. La idea es tratar de describir, por ejemplo, las marchas indigenistas que cada 11 o 12 de octubre veo en Buenos Aires. Por eso, en el próximo disco quiero acercarme más a la música precolombina. Mi bisabuela era indígena y mi bisabuelo europeo. Con la música fui descubriendo la cultura de Jujuy, que está muy dividida geográficamente entre la Capital, la Quebrada y la Puna.

-- ¿Y cómo fue la composición en los discos anteriores?
-- En el primer disco grabé una canción bien social que se llama "Abra del Zenta" y es un homenaje al niño Guillermo Llampa, que murió congelado caminando a la escuela. Ese disco tiene dos temas míos: “Tristecito”, que es un bailecito; y “Coyuyos y duendes”, que es una chacarera. Esa música salió cuando tocaba en otros grupos. Tengo una formación muy folklórica. Escuché mucho a Los Cinco del Norte, Jacinto Piedras, Peteco Carabajal, al Chango Farías Gómez y al Dúo Coplanacu. Esa fue mi formación. Antes, tal vez, escuchaba en la radio a Los Nocheros, pero luego fui descubriendo la otra parte del folklore.

Aunque muchos de los ritmos que integran la música de Arias sean antiquísimos, lo cierto es que el sonido de las canciones es muy moderno. Porque la formación que lo acompaña en vivo -- Juanjo Bravo en batería, Agustín Flores Muñoz en bajo, Ramón Córdoba en guitarra, Juan Pablo Álvarez en vientos y Oscar Miranda en charango-- suena por momentos como una banda de rock. “Tratamos de mostrar aires frescos. Somos jóvenes que promediamos los 30, que tenemos nuevas ideas, muchas influencias de músicas del mundo y un sonido nuevo. También tenemos una actitud rockera arriba del escenario. A veces parecemos una banda de rock que suena como folklore”, resaltó.

Además, Arias recupera a grandes artistas tradicionales jujeños que muchas veces no reciben el reconocimiento que merecen, como el músico humahuaqueño Ricardo Vilca, fallecido en 2007, o el purmamarqueño Tomás Lipán. “Siempre estuve rodeado de compositores a los que les gustaba el folklore con mensaje y poesía. La búsqueda se orienta para el lado de los folkloristas viejos como el Dúo Salteño o Los Andariegos. Y luego El Chango Farías Gómez, MPA y Carnota. Y de los más nuevos, Quintero y Carlos Aguirre”, enumeró el intérprete y compositor.

-- Te caracterizás por tocar habitualmente en apoyo a causas sociales...
-- Trato de tocar en lugares en los que me parece que hay causas nobles y se cometen injusticias, trato de aportar a esas luchas. Hace poco fui a la Villa 31 a tocar al comedor del Padre Mujica y también al barrio El Porvenir, en La Matanza. De todas formas, estoy abierto a tocar en todos lados. No me interesa tocar sólo para un sector, me gustaría hacerlo en donde se pueda. Es importante que uno vaya haciendo el espacio y no subestime al público. No digo: ‘Este público no es de mi palo y por eso no me va a dar bola’. Siempre hay alguien que te escucha. Si uno se hace cargo de eso y puede tocar para público que no te conoce, siempre a alguno le gusta.

En 2002 decidió trasladarse a Buenos Aires para ampliar las posibilidades artísticas y expandir su música. Una vez ubicado en Escobar y luego de presentarse en gran cantidad de peñas y de participar en la edición 2004 del festival folklórico de Cosquín, grabó su primer disco, Changuito Volador, en 2005. Su segundo disco, Atierrizaje, donde propone un sonido moderno, contundente y ambicioso, fue publicado en 2007. Es que otro de los sueños de Arias es “universalizar” su música y cruzar las fronteras: “Yo admiro mucho a Ricardo Vilca porque logró fusionar lo andino con la música clásica y cambió la música de Jujuy. Por eso, creo que su obra es universal, cosa que no sucede muy seguido. Mi anhelo es tratar de seguir creciendo cada vez más para que, como decía Atahualpa, ‘la forma sea nacional y el idioma universal’, para poder crecer, romper esa barrera y tocar para todos los sectores, incluso hasta afuera del país. Lo que quiero es lograr un vuelo a nivel mundial”, anheló el jujeño durante la charla mano a mano con Agencia NAN.

Y para conseguir ese fin, tampoco reniega de tocar en grandes festivales, pese a que los músicos nuevos tengan que pagar “derecho de piso” en esos escenarios: “Cuando trabajás de manera independiente, llega un momento en el que se hace muy difícil y no te queda otra que mediar y entrar en el sistema de las productoras, o sino se hace muy difícil. Ahora estoy trabajando con una productora, pensando también en ganar un espacio tocando en festivales. Considero que es muy importante tocar en esos lugares. Quizás hay músicos a los que no les gusta cómo se manejan en Cosquín y no van aunque les paguen. Pero yo considero que en esos escenarios importantes uno tiene que estar, porque el espacio que no lo cubre uno, lo ocupa otro. Y yo prefiero que esté mi música y no otra”, reconoció el artista.

-- A veces hay que ceder para seguir laburando de la música…
-- Sí, pero más que nada porque si no ganás esos lugares, siempre tocan los mismos; y lo bueno es que se vaya renovando la escena. Por eso, a veces hay que aguantarse que te hagan pagar derecho de piso o no te reconozcan como artista. Cuando subís al escenario tenés que demostrar lo que realmente sabés hacer, y eso es algo que no muchos artistas pueden soportar. Yo estoy dispuesto a luchar contra todo eso y ganarme un espacio. Por eso estuve este año de nuevo en Cosquín, donde toqué un tema de Ricardo Vilca. Este año tocó Divididos una canción de él y el otro fui yo, sino no se hubiese escuchado su música. Mi aporte va desde ese lugar. Estar en esos festivales para que se escuchen cosas nuevas, canciones inéditas y también un sonido diferente.

-- ¿Estudiaste música o sos autodidacta?
-- En Buenos Aires estudié guitarra y canto. Pero aprendí con músicos que me fueron formando en las guitarreadas, cantautores y compositores que me fueron pasando los temas, las armonías y los acordes. Después aprendí muchísimo mirando, tengo mucha memoria visual. Mi mayor formación fue en Jujuy en La Casa de la Yuly, que era un lugar a donde se juntaban a guitarrear todos los bohemios. Una formación muy de la noche y de la bohemia. No eran profesionales, pero eran changos que vibraban con los instrumentos y la voz. Tal vez hacían tres acordes, pero te hacían emocionar. No tenían una voz perfecta, sino toda gastada y ronca, pero cantaban y te ponían la piel de gallina. Eso me fue nutriendo, fortaleciendo y enseñando a sacar el espíritu con las canciones. Al cantor, el corazón le tiene que salir por la garganta. Yo creo que el reflejo de La Yuly aparece cuando canto una canción que se llama "Zamba de los mineros", que es una poesía de Jaime Dávalos, con música de Cuchi Leguizamón.

-- ¿Qué innovaciones tendrá el próximo disco?
-- Voy a tener un sonido más andino y le voy a dar más potencia y presencia a los vientos, a las zampoñas y a las cañas. También quiero hacer una unión con bandas de sikuris y percusión africana. Por ejemplo, tocar un huayno que suene diferente. El disco también tendrá influencias del candombe. Además, quiero despegarme un poco de la raíz e incorporar nuevos sonidos.

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